Si no hay dinero para la educación, pues no nos vamos
a quejar y continuaremos con lo que se pueda, pero que se acabe con los
chupones y con las malas inversiones. Y ante todo, que no nos engañen, porque ya
me imagino a algún politicucho de wertguenza diciendo: “en las aulas aumentamos
el número de alumnos para ahorrar en calefacción” o alguna chorrada similar. El
caso es que, bien sea por la herencia como dicen los de ahora y los de antes, o
por lo qué sea, los que los sufren directamente son los profesores de las aulas desde infantil hasta la universidad; e indirectamente los estudiantes y toda la
sociedad.